Colombia. Noviembre, preámbulo de
incesante masa de homo sapiens “sapiens”, que se disponen a ahorcar sus propias necesidades,
abriendo sus bolsillos, pidiendo prestamos aun cuando la tasas de interés
sobrepasan las del resto de Latinoamérica, en nombre de una fiesta de origen
pagano. Que reconfiguraron, amoldaron e implantaron en nombre de eliminar el
politeísmo, pero por sobre todo, para indoctrinar progresivamente a la
sociedad. La indoctrinación, a veces denominada adoctrinación, son prácticas educativas y de propaganda usadas por
las élites dominantes como medio de control social no explícitamente coactivo.
Implantar el cristianismo ha sido la tarea más difícil de occidente en cuanto a
dogmas refiere. Les tardo más de 1500 años que esta denominación se
estableciera en las principales naciones y posteriormente en sus colonias.
Para quien desconoce las relaciones astrológicas y astronomicas de la
navidad, aquí va un breve resumen histórico:
La celebración de la Navidad
surgió de la influencia de las fiestas paganas en honor del dios Sol. Este
astro, ha sido objeto de adoración principal por las más grandes y
antiguas civilizaciones. Su adoración se
debe a que las sociedades antiguas, por ser agrarias, su punto álgido de
producción era en primavera cuando el sol estaba en mejor posición para
favorecer las siembras. Pero el inicio de ese ciclo vital se producía durante
el solsticio de invierno 21-22 de diciembre, el momento en que los días eran
más cortos y era necesario elevar las plegarias al cielo para que el astro rey
propiciase el crecimiento de los cultivos. Así pues, caldeos, egipcios, persas,
sirios, fenicios, cananeos, griegos, romanos e hindúes, además de las culturas
orientales y las precolombinas, celebraban en diciembre el nacimiento de su
dios solar para representar los ciclos de la naturaleza.
No es de extrañar pues que la nueva deidad cristiana –Jesucristo– se sumase
a los conocidos dioses solares Osiris, Horus, Apolo, Mitra o Dionisos. Y
tampoco es casualidad que la fecha de la Navidad se estableciese en el mismo
día que los romanos festejaban el “Sol Invictus”, el Nacimiento del dios Sol
Invencible. Entre estas creencias paganas festejadas en el solsticio de
invierno, existían algunas que guardaban una especial similitud con la actual
celebración de la Navidad y de las cuales recogió ésta muchos elementos.
El dios Mitra, adorado en Irán desde el año 1000 a. C., cargaba con los
pecados y expiaba las culpas de la humanidad. Muchos siglos antes del
nacimiento de Cristo, Mitra había nacido de una virgen el 25 de diciembre, en
una gruta, y había sido adorado por pastores y magos. En vida curó enfermedades
y propició milagros, también fue perseguido y muerto, y al tercer día resucitó.
En Grecia el culto a Dionisos se repartía en cuatro festividades. Dos de
ellas en el solsticio invernal y otras dos en primavera. Las primeras marcaban
el nacimiento de la deidad y las primaverales establecían la resurrección de la
naturaleza. Este ciclo sería el que años después adoptaría el cristianismo para
situar el nacimiento de Cristo en diciembre y la Pascua de Resurrección en
primavera.
Los romanos por su parte celebraban también las Saturnalias, fiesta en
honor a Saturno establecida desde el año 217 a. C., que se caracterizaba por
sus festejos y banquetes. Las clases sociales se abolían y los señores servían
a los esclavos, las actividades públicas cesaban al igual que todos los
oficios, y se estableció la costumbre de intercambiar presentes. Es obvio que
estas características fueron absorbidas por el naciente culto cristiano.
También el antiguo Egipto influyó con sus aportaciones a la Navidad. La
diosa Isis quedaba embarazada milagrosamente en el mes de marzo y daba a luz a
su hijo Horus a finales de diciembre. Éste era una divinidad muy relacionada
con el Juicio Final, ya que era quien presentaba las almas ante su padre,
Osiris.
Pero de todas ellas, la más importante era la mencionada “Sol Invictus” que
además de en Roma, era celebrada también por los pueblos celtas. Estos últimos
ofrecían sacrificios a los dioses y según la tradición druida se colgaban
cabezas de oso –o de guerreros enemigos– en el árbol sagrado que luego
constituiría el famoso árbol de navidad.
Mientras, en Roma, el 25 de diciembre, cuando las noches eran más largas y
frías, se rendía culto al dios sol, representado por un recién nacido, para
pedir un nuevo año de luz y calor. La Iglesia aprovechó las similitudes
festivas para promulgar la importancia del nacimiento de Dios.
Era lógico que el nacimiento de Cristo se estableciese en esta fecha, igualándose
en tradición y pompa a las más conocidas fiestas paganas, de las que sin duda,
tomó muchos de sus elementos. Pero esta datación no sucedería hasta el siglo IV
tras años de disputas y controversia entre las distintas iglesias cristianas.
¿Nació Jesús un 25 de diciembre?
La elección de una fecha para celebrar el nacimiento de Cristo provocó
enfrentamientos durante años.
En el siglo II los cristianos todavía no celebraban el nacimiento de
Cristo, sólo se conmemoraba la Pascua de Resurrección. Pero durante el siglo
siguiente comenzó a tomar fuerza la idea de celebrar también el nacimiento del
Hijo de Dios. La tarea era complicada, ya que los Evangelios no aportaban datos
suficientes, y en el antiguo Oriente era muy extraño que los padres recordasen
la fecha de nacimiento de sus hijos o parientes.
Clemente de Alejandría (150 – 215) propuso la fecha del 25 de mayo, la más
coherente con los textos bíblicos, pero el papa Fabián (236 – 250) establecería
como sacrilegio el intentar fechar el nacimiento del Nazareno. Tras años de
disputas comenzó a extenderse la idea de que Jesús debía haber nacido en el mes
de marzo.
Tal suposición se apoyaba en el Evangelio de Lucas: “Había en la región
unos pastores que pernoctaban al raso....”, ya que si los pastores cuidaban los
rebaños y dormían al raso debía tratarse de una noche de primavera. Era
imposible, por las lluvias y el frío del invierno, que en Belén los pastores
estuviesen con su ganado en el mes de diciembre.
Otras Iglesias cristianas no católicas fijaron la conmemoración de la
Navidad el 6 de enero, ya que sí era posible que Jesús hubiese nacido en esa
fecha si se situaba su nacimiento en Oriente Medio, en vez de en Judea, donde
el tiempo era más cálido en enero. Con el mismo argumento, las Iglesias
orientales, egipcias, griegas y etíopes fijaron el natalicio el día 8 de enero.
Eutiquio, patriarca de Alejandría, todavía defendía este argumento en el siglo
X d. C.
Argumentos aparte, las fechas del inicio de enero, fueron las primeras en
las que se celebró la Navidad. En esta decisión, sin duda, tuvo mucho peso el
hecho de que en la Alejandría egipcia –cuna en muchos aspectos de la doctrina
cristiana– se celebrase en esos días el festival en honor a la diosa Isis y el
nacimiento de su hijo Aión, personificación de Osiris. La celebración incluía
vigilias y plegarias, tras las cuales los fieles bajaban a una cripta donde
retiraban la estatua de un recién nacido con marcas de una cruz en la frente,
manos y rodillas.
Pero nuestra actual celebración de la Navidad el 25 de diciembre no tuvo
lugar hasta el siglo IV. Los mitos solares ya habían sido identificados con el
nuevo salvador cristiano, y dado que la tradición romana había asimilado el
culto al dios Mitra, y celebraba el nacimiento del Sol en esa fecha, Jesús
habría de nacer en el mismo momento que todos los dioses solares lo habían
hecho, durante el 24-25 de diciembre, en medio del Natalis Solis Invicti
romano.
El primer texto que relaciona la natividad de Cristo con la festividad
romana, del escritor romano Cipriano relata:
“¡Oh, que maravillosamente actuó la providencia, que en el día en el que
nació el Sol... Cristo debía nacer”
La fecha se tornó inmutable bajo el pontificado de Liberio (352-366) y se
oficializó con el papa Julio I, en el año 345. Casi dos siglos después, en el
año 529 el emperador Justiniano declaró la fecha como día festivo. Con la
instauración de la navidad se recuperó en occidente la celebración de los
cumpleaños, aunque en muchas parroquias europeas no se comenzaron a registrar
las fechas de nacimiento hasta la Edad Media.
En cualquier caso, y aunque la fecha ya hubiese sido fijada, las
especulaciones continuaron durante siglos. El papa Juan I (523 –526) encargó
una investigación al monje Dionisio el Pequeño, que concluyó que la fecha era
exacta y correcta. De aquí derivó que la edad de Cristo a su muerte era de 33
años, dato confirmado erróneo con posterioridad, ya que Jesús nació en el año 7
o 6 a. C. De la fecha exacta no existen aún hoy indicios relevantes.
En un principio la festividad navideña tuvo un carácter humilde y
campesino, pero a partir del siglo VIII comenzó a celebrarse con gran pompa
litúrgica, al igual que en la Iglesias orientales, aunque estas mantuvieron y
mantienen la festividad del nacimiento de Cristo el día 6 u 8 de enero.
Hannukah, una fiesta judía
En diciembre, el tercer mes del calendario judío, se celebra el Hannukah,
una fiesta que recuerda la independencia del pueblo hebreo. Esta festividad
comienza el día 25 de diciembre (tercer mes del calendario judío) y dura ocho
días. También se la conoce como la fiesta de las luminarias.
El Hannukah contiene aún hoy elementos que datan del siglo XVII a. C. Por
aquel entonces sucedieron los hechos que recoge el A.T. en el libro de los
Macabeos.
Los judíos, siguiendo a los hermanos Macabeo, se rebelaron contra el poder
sirio al que vencieron, pero su templo fue destruido. Cuenta la historia que
solo quedaba en el templo arrasado un poco de aceite que permitiría que la
lámpara no se apagase durante una noche. Pero el aceite duró ocho días.
En este hecho se basa la fiesta del Hannukah. Los judíos conmemoran esas
ocho noches en las que el pueblo consiguió abolir al poder opresor. Por eso es
tan importante el simbolismo de las velas y el aceite en la religión judía.
Durante los días de la celebración se encienden ocho velas (una por noche)
que se colocan en una lámpara. Todas las casas brillan con estas luces situadas
en las ventanas, puertas o exteriores.
El aceite adquiere una importancia especial para la cocina. Los platos y
postres tradicionales de esta festividad rezuman el aceite de su fritura.
Una curiosa tradición de esta fiesta es un juego llamado dreidel. Niños y
adultos juegan con un trompo de cuatro lados apostando un número determinado de
monedas, que simbolizan el dinero que los macabeos acuñaron tras su victoria,
en el primer estado independiente judío.
El principio de año, dada la diferencia de los calendarios, se celebra en
el mes de septiembre. El año nuevo judío comienza con diez días de expiación
penitencia, tras los cuales remata la festividad en el día más importante de la
religión hebrea, el Yom Kipur.
El día de año nuevo - Rosh Ha-shaná- se hace sonar un cuerno de carnero
para invitar a la gente al arrepentimiento. La gente, en la antigüedad, con
frecuencia en año nuevo, hacía ruido para así ahuyentar a los demonios; los
judíos transformaron esta práctica en hacer sonar el cuerno para prefigurar el
momento en que Dios destruiría al demonio en el mundo, “sopla el cuerno del
carnero y ven con los torbellinos”. En ese momento, se dice en los versos
supremos, que Dios reinará sobre toda la tierra, puesto que es ahora el rey de
aquellos que lo aceptan en un compromiso que se renueva con la llegada del
nuevo año.
¿Quienes eran los reyes magos?
La tradición sobre los reyes magos tardó siglos en forjarse tal y como hoy
la conocemos.
“Por entonces unos sabios de oriente se presentaron en Jerusalén... Se
pusieron en camino, y la estrella que habían visto en Oriente los guió hasta
donde estaba el niño... Abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalo oro,
incienso y mirra... y regresaron a su país por otro camino.”
Aunque tradicionalmente se había considerado que los magos provenían de
Persia y eran sacerdotes del antiguo culto de Zoroastro -Zarathushtra–, esta
cita del Evangelio de San Mateo era toda la información que se poseía en el
siglo III sobre los magos de Oriente.
¿Cómo sabemos entonces que los magos eran tres, sus nombres, su edad o su
raza? Los datos del texto bíblico eran tan escasos, que la tradición tuvo que
recrear, a través de los siglos, la legendaria historia de estos personajes.
Existen algunas representaciones artísticas de los magos –del siglo III– en
las que sólo se mostraba a dos varones, que más tarde se convertirían en
cuatro. La evolución fue rápida. En pocos años, las escenas de la adoración de
Cristo incluían seis, ocho o diez magos. Para los cristianos armenios, los
magos habían sido doce, y para los coptos, sesenta.
A pesar de la controversia, la tradición cristiana occidental propuso que
los adoradores habían sido tres. Esta idea tomó fuerza gracias al pensador
Orígenes, que defendía que los tres regalos citados en el Evangelio señalaban
la existencia del mismo número de individuos.
Hasta este momento se había considerado a nuestros personajes como magos,
siguiendo el Evangelio, pero esto también habría de cambiar. Basándose en un
texto de los Salmos que rezaba: “los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán
sus dones, y los soberanos de Seba y de Saba le pagarán tributo...”, Tertuliano
(ca. 160 – 220) afirmó que los magos eran Reyes de Arabia y Saba, en Oriente.
En el Evangelio armenio del siglo IV aparecen por primera vez sus nombres.
Melkon como rey de los persas, Garpar como el rey de los indios y Baltasar, el
rey de los árabes. Así pues, los desconocidos magos provenientes de lejanas
tierras, adquirieron además de nombre propio, un nuevo linaje real. Dejaron de
representarse en los templos como sacerdotes de Zoroastro y comenzaron a portar
la corona real.
La leyenda aún no estaba completa. Beda el Venerable (673 – 735) se atrevió
a otorgar a los reyes algunas cualidades más: “Melchor, un anciano de larga cabellera cana... ofreció el oro... Gaspar,
joven, imberbe, de tez blanca y rosada, honró a Jesús ofreciéndole incienso...
Baltasar de tez morena, testimonió ofreciéndole mirra...”
A finales de la Edad Media, algunos comentaristas como Petrus de Natalibus,
aportaban las edades de los reyes, 60, 40 y 20 años respectivamente. El más
joven, Baltasar, que siempre había sido blanco, cambió de color en el siglo
XVI. La nueva apariencia se debió a que la Iglesia, por motivos
evangelizadores, decidió identificar a los reyes con los tres hijos de Noé y
las tres razas que poblaban el mundo en Europa, Asia y África.
La leyenda de los enigmáticos magos siguió creciendo, aún más, con el paso
de los siglos. Tras despedirse del Niño Jesús, se convirtieron en viajeros
hasta llegar a la India, donde el apóstol Santo Tomás les habría bautizado y
nombrado obispos. Dedicaron el resto de su vida a la evangelización y a su
muerte, fueron inhumados en un mismo sarcófago.
Según diversas tradiciones, la emperatriz santa Elena, encontró sus restos
en Saba –cerca de la actual Teherán–, y los trasladó a Constantinopla. De esta
ciudad fueron enviados a Milán. En el año 1164 la ciudad fue saqueada y las
reliquias viajaron a Colonia, donde en el siglo XIII se construyó una catedral
en su honor.
Los supuestos restos se encuentran en una urna de oro y piedras preciosas
del siglo XII. Pero en este punto existe controversia. Un siglo después Marco
Polo aseguraba que en Saba se veneraban sus cadáveres incorruptos.
Desde el reciente siglo XIX los niños escriben cartas a los Reyes Magos,
quienes les premian con regalos. El último dato que conocemos es que en 1903,
el cardenal de Colonia devolvió a Milán una parte de los huesos de los
supuestos Magos que, según la tradición aún conservan sus coronas. Quizás la
leyenda aún no haya terminado de forjarse.
Una vez asumida una posición crítica con datos y relaciones históricas de
los eventos, damos un vistazo a la sociedad colombiana contemporánea y se nos
da clara visión de la perdida de los supuestos valores cristianos una vez
infundidos. Hoy todavía se ve grandes tomas de decisiones en el vaticano, en
cuanto a medidas de aceptación de hechos y elementos que condenaron por siglos.
Eso manifiesta su afán adaptativo a una sociedad posmoderna que dejo de
importarle las tradiciones en sí mismo,
su significado histórico, y están absorbidos por los medios masivos.
Desencantados con el mundo de hoy y no muy adheridos a un futuro ya no tan
asombroso aunque incierto, son hombres que perdieron la fe, su Dios murió entre
el marketing y la santería, entre un licor barato y las cada vez más accesibles
drogas. Colombia con predominación católica apostólica, aunque con un
cristianismo protestante acelerado por su política de “cualquier garaje puede o
es iglesia” ha ganado adeptos, en sí, podemos decir que verdaderos cristianos
no coexisten con fluidez si están aferrados a un sacro lugar de adoración. En
las enseñanzas de su propia mesías y sus numerosos discursos, siempre mostro a
todos que el camino a la verdad y el prójimo estaban en cualquier lado. Tal vez
las metáforas y el lenguaje se entendió literalmente en la mayoría de casos
dejando a los “siervos de Dios” sin un entendimiento puro de su propio texto
guía. Otro problema asociado al nivel intelectual de las clases bajas o mal
educadas.
Mi afán acá no es crear controversia con las paradojas dadas al hombre por
esta religión u otras, solo exponer mi concepto y mi posición de porque no ha
de celebrarse la navidad si no se es netamente cristiano. La hipocresía en
ideales políticos, estratégicamente son aceptables, pero en lo que es la
estructura filosófica de lo que es un modelo a seguir y las tradiciones
involucradas no lo es, por eso me da asco y me parece patético tales celebraciones sin coherencia. Creen que
se les dará mas fácil la redención poniendo luces de colores y adornos? He preguntado eso, y lo
más frustrante es que me responden sabiendo que es solo eso. Una fiesta de adoración.
Al trago? Al sexo vacacional? Tirarse al consumo máximo porque el tiempo se nos
agota cada día y pensamos formas de acumular horas y darse al ocio después de
un arduo año de labores?. Hoy día se da
un supuesto rito al cuerpo y la liberación personal. Pero occidente sí que
tiene formas de entender los términos, ¿no es verdad?. No podemos culpar a toda
la sociedad por estar en la influencia de que los objetos son los dadores de
placeres y felicidades. Son llaves a algo que realmente no necesitan.
Para tal efecto de compresión daré una muestra de un fragmento de la
filosofía del Taoísmo:
“La gran mayoría de las personas
qué vacía y mal se siente, es porque usa
las cosas para deleitar su corazón,
en lugar de usar su corazón para
disfrutar de las cosas.”
Una visión coherente si seguimos una línea de análisis psicológico y
entendemos que todo está en la concepción de la mente respecto a las cosas.
Acaba navidad, luego el año nuevo, otro deprimente acto que
deja a la sociedad muerta el primer día del año. Espero fumen, se alcoholicen,
se depraven, así podre ser mas critico cada día con su insignia, su cruz, su
credo. NO CRITICO SU DIOS, SU MESIAS, SU LIBRO GUIA. Los critico a ustedes que
son los que asesinan a los hombres y sus corazones, a ustedes que sepultan con
incansable fuerza el intento de hombres que entendemos el origen de muchas
cosas. A aquellos cuya conciencia si se adhieren los males que verdaderamente existen
y de los que no seremos exonerados si no en la tumba cuando nos petrifiquemos. Que
con, o sin un mas allá dedicamos mejor nuestra vida, tiempo a nosotros mismos y
a entender la magnificencia de la esencia que trasciende la materia y los
conceptos que percibimos y creamos de esta existencia tan insignificante.
“el peor error del hombre religioso
es creer que tiene la verdad y su guía fue revelada por Dios, aunque aun mas
decae quien dice aborrecer con voz de sentencia a estos hombres, cuando al
final se dejar sumergir en las intrínsecas interacciones de estos dogmas y sus
tradiciones”
Juan S. Salazar.
Noviembre 2010
Noviembre 2010
(Fuentes varias)