Hijos del mar infértil, sal que humecta el
olvido, peso de la voz, historia de quienes cruzaron el manglar; aquella costa:
límites del corazón y antiguos muros.
Caminamos entre silbidos de rocas,
percusión que alimenta el agua, recuerdos que estallan en partículas, pasajes
de un llanto viejo, nuevas sonrisas.
Avanzamos bañados por la espuma, creciendo
como planta al sol, que entre ocasos se saludan, antesalas de penumbra, cobija
de algunos sueños; y es que todos se mueven, mas no todos suben la montaña…
utopías del tiempo.
Pálidos y frágiles seres emergen,
reflexiones muertas de luz aún no iluminan el sendero, ruta sin caminos,
pasivos coros que marcan la senda de los pacientes guerreros de una jungla
ausente.
Abandonamos el vientre cómodo, aceptamos el
llamado de los miedos; vacío sinfónico que hipnotiza, somos compañeros de la
muerte y la vida presente, amigos de la armonía, cantautores del sentir.
Emprendemos vuelo por tierra, ya somos
negros, caminantes de esta tierra; aventureros del sol y las lunas, gitanos de
un canto, carpinteros del pensamiento.
Carretera, minúscula franja que nos separa,
crucemos! Abandonemos el silencio, acudamos al grito de guerra, la nueva era
nos espera.
Hemos cruzado, la presión aplasta el
pasado. Ya no somos de ningún lugar, ni somos fantasmas, somos energía, pequeño
puntos de una constelación, inició la ascensión.
Dedicado a la Red Sonar Latinoamérica.
Escrito el 22/05/2015